Hay un dicho que reza que nadie es profeta en su tierra, y es posible que Diego González Rivas (A Coruña, 1974) se vea reflejado en él. Y seguramente el problema no radique en el mayor o menor reconocimiento que pueda tener este cirujano gallego en España (aunque a lo mejor sí), sino en su abrumador prestigio internacional. Es tal la atracción que despierta en todo el mundo, tras haber creado una técnica revolucionaria en el campo de la cirugía torácica, que la que pueda generar a aquí siempre se verá, por una razón cuantitativa, como algo insuficiente.
Está tan solicitado que ya sabe lo que va a hacer los 297 días que restan para acabar el año: tiene la agenda llena hasta febrero de 2020. Su vida es tan vertiginosa que no es capaz de decir el número aproximado de aviones que puede coger en una semana. Sólo hay dos lugares en todo el globo terráqueo en los que se le pueda ver durante tres semanas consecutivas: el Shanghai Pulmonary Hospital, su centro de trabajo, y A Coruña, su tierra. Pese a ese ritmo frenético, este recién galardonado con el Premio Nacional de Medicina de China (en su categoría de Innovación y Técnicas Punteras) ha encontrado un momento para atender a La Vanguardia.